¿Sabemos educar a nuestros hijos?

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Desde pequeños nos enseñan y más que enseñarnos, nos inculcan la idea de que tenemos que estudiar y formarnos adecuadamente para disfrutar de un mañana mejor.

Esa idea es matizable, aunque no voy a entrar en debate dado que no viene a cuento con el tema a tratar en este artículo. La idea de que hay que estudiar y formarse está más que aprendida, y ya, ejercerla o no es cosa de uno mismo. Sin embargo, ¿Quien nos enseña sobre educación financiera?.

A dia de hoy, cuando hablo de educación financiera la gente cree que solo hablo para «niños ricos» pero en realidad no es así, de hecho, creo que es la gente de menos capacidad económica la que debería enseñarle a sus hijos la importancia del dinero y de la educación financiera, para no cometer el error, o mejor dicho, poder disfrutar de privilegios de los que el se tuvo que privar por no disfrutar de una salud financiera, lo suficientemente grande, para disfrutar de ellos.

Cuando un niño habla con su padre y le pregunta: Papá, ¿Porqué no me compras la misma bicicleta que tiene Antonio, el niño de mi clase? El padre automáticamente responde: Hijo, no podemos permitírnoslo. Automáticamente el niño deja de pensar en ese objetivo porque su padre le ha cerrado las puertas de poder tener ese bien y disfrutar de él (El niño ya piensa que no va a poder lograrlo). No estoy hablando tampoco de regalar, de hecho, regalándoselo vas a conseguir que ese niño sea igual de incompetente que con la otra respuesta. En mi opinión, esas son las 2 peores respuestas o formas (y las más utilizadas) para educar financieramente a nuestros hijos, porque estamos dando una excusa más que una solución. El niño, en este caso, no se va a esforzar por conseguir nada, ya que lo va a ver imposible.

A mi parecer, esas respuestas no nos enseñan nada y solo limitan las capacidades y aptitudes de ese niño. Las respuestas no deberían ser las comentadas antes, no es «No nos lo podemos permitir»o «Toma hijo, aquí lo tienes», tenemos que cambiar esa filosofía y aprender a utilizar otras respuestas como «¿Qué vamos a hacer o qué voy a hacer para poder tener esa bicicleta? o ¿Cómo piensas ganarlo? ¿Cómo podríamos conseguir esa bicicleta?». No es no podemos permitírnoslo, sino, qué tenemos que hacer para permitírnoslo. Tenemos que convertir ese deseo en un objetivo. ¿Cuando deja de ser deseo y se convierte en objetivo? Cuando luchas y empiezas a hacer cosas por lograrlo.

 

Por eso, creo que esas son las respuestas correctas que debemos utilizar y en cambio, no las habituales que se le suele hacer a un niño cuando pide o desea algo, como decía Robert T. Kiyosaki en su libro «Padre rico, Padre pobre», dándole esas respuestas a un hijo desde pequeño ya estás haciendo que ese niño se ponga un objetivo y subjetivamente, le estás diciendo que con constancia y esfuerzo, todos los objetivos son alcanzables y no existen objetivos imposibles si el hace porque no lo sean. Estos métodos de enseñanza, habituales en familias de «ricos» o empresarios, son los que hacen que esos hijos conozcan el valor del dinero y el esfuerzo que conlleva ganarlo. Haces del niño un chico competente, un chico con metas y objetivos en la vida y que gracias a esta educación financiera sabe que con esfuerzo va a conseguir sus objetivos y sus metas. Y aquí es donde podemos aplicarlo a los estudios simultáneamente, si el objetivo del chico es trabajar para una gran empresa y ser una persona con buena salud financiera el día de mañana, se marcará las metas y los objetivos de estudio para poder lograr ese objetivo.

Para acabar me gustaría finalizar  este artículo con una frase de Ralph Marston que decía: «No le pongas excusas a lo que no puedes terminar. Enfócate en todas aquellas razones por las que debes hacer que suceda». Apliquémoslo a nuestra vida y las perspectivas del futuro de sus hijos cambiarán por completo.

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